Desde el mirador Agustín veía como la gente revoloteaba de un lado a otro como un ave en búsqueda de comida, miles de colores se atravesaban ante sus ojos, ruanas, sombreros que parecían “miniarcoiris”, miles de sensaciones pasaban por su boca: coco y una mezcla de mango y guayaba, de miel y de sal. Por más que masticaba no podía terminar de desmenuzar aquel gran bocado que había metido a su boca minutos antes.
Se dio tiempo para tocar el pasto con los pies y las manos, esos pequeños mundos verdes le hacían cosquillas y se reía a carcajadas, tanto que a veces se ahogaba con su propia saliva. Era un placer inexplicable y no quería dejar de sentirlo, las cosquillas desembocaban en una bocanada de aire que le tocaba la garganta, le ampliaba el pecho, se le dilataba la pupila, luego sudaba y gritaba de la felicidad.
Exhausto tras horas de haber jugado con la naturaleza, se sentó, trato de quedarse dormido pero volvió a abrir los ojos y tendido allí en esa colcha de retazos verdes, jugó con las nubes, depronto una jirafa con patas largas y cuello corto le abrió la boca y le botó pedazos de hielo que le destemplaban los dientes, la jirafa le cantaba despacio, como si tuviera dificultades al modular.
Se sintió incomodo y por eso giró la cabeza, se acostó de medio lado y volvió a mirar al cielo, esta ves las nubes formaban un rostro, con ojos gigantes que dentro tenían espirales, se perdió en ellos mientras movía la cabeza de lado a lado tratando de salir de ese inicio sin final, pues siempre llegaba al mismo punto.
De pronto comenzó a llover y las gotas pesadas diluyeron el rostro.
Después de tanto placer y de permitir tanto a la imaginación, el sueño le cerró los ojos y lo llevo a descansar, mientras un batallón de hormigas caminaban por su mundo onírico. Los minúsculos seres marchaban con sus pesadas botas que le retumbaban en la cabeza y repetían un canto “¡¡¡ despierta, despierta ya!!! Todavía puedes jugar”, pero era tan bonita la imagen que Agustín no podía despertar.
Entonces aún sigue estático, esperando poder abrir los ojos, esperando poder seguir soñando, debatiéndose entre dos oportunidades, sintiéndose halado por dos fuerzas que lo superan.
Se dio tiempo para tocar el pasto con los pies y las manos, esos pequeños mundos verdes le hacían cosquillas y se reía a carcajadas, tanto que a veces se ahogaba con su propia saliva. Era un placer inexplicable y no quería dejar de sentirlo, las cosquillas desembocaban en una bocanada de aire que le tocaba la garganta, le ampliaba el pecho, se le dilataba la pupila, luego sudaba y gritaba de la felicidad.
Exhausto tras horas de haber jugado con la naturaleza, se sentó, trato de quedarse dormido pero volvió a abrir los ojos y tendido allí en esa colcha de retazos verdes, jugó con las nubes, depronto una jirafa con patas largas y cuello corto le abrió la boca y le botó pedazos de hielo que le destemplaban los dientes, la jirafa le cantaba despacio, como si tuviera dificultades al modular.
Se sintió incomodo y por eso giró la cabeza, se acostó de medio lado y volvió a mirar al cielo, esta ves las nubes formaban un rostro, con ojos gigantes que dentro tenían espirales, se perdió en ellos mientras movía la cabeza de lado a lado tratando de salir de ese inicio sin final, pues siempre llegaba al mismo punto.
De pronto comenzó a llover y las gotas pesadas diluyeron el rostro.
Después de tanto placer y de permitir tanto a la imaginación, el sueño le cerró los ojos y lo llevo a descansar, mientras un batallón de hormigas caminaban por su mundo onírico. Los minúsculos seres marchaban con sus pesadas botas que le retumbaban en la cabeza y repetían un canto “¡¡¡ despierta, despierta ya!!! Todavía puedes jugar”, pero era tan bonita la imagen que Agustín no podía despertar.
Entonces aún sigue estático, esperando poder abrir los ojos, esperando poder seguir soñando, debatiéndose entre dos oportunidades, sintiéndose halado por dos fuerzas que lo superan.