Cuando te conocí pensé que eras otra de las tantas estrellas que cruzaban por el cielo de mi imaginación. Por primera vez en la vida estaba descubriendo en mi lo que en la televisión habían dicho que era el amor...
Allí estaba yo, con la sangre tan fría como la del sapo de los muñequitos animados impotente ante tu belleza.
Recuerdo cuanto te parecias a la muñeca que le habían regalado a mi hermana en navidad, me gustaban tus ojos azules y tus mejillas rosadas.
Podía haberme quedado ahí toda la eternidad entendiendo la estructura de tus ojos y el brillo de tu sonrisa, pero mamá había preparado nuestro postre favorito, ese postre que me evocaba tus besos aunque nunca te hubiera besado.
Hoy que estoy aquí sentado y solo me doy cuenta que eres parte del recuerdo...del recuerdo de toda mi vida y si hoy te encontrara, te diría lo que aquella vez me fue imposible por el brillo penetratnte de tu mirada:
simplemente quiereme, sin temores.
Escucha lo que digo, sin cuestionarme.
Cuenta conmigo, sin preguntarme.
Aceptame, sin cambiarme.
Porque un amor así de libre nunca morirá.
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